miércoles, 22 de enero de 2014

Kate siempre va corriendo










M. Revetllat



"Kate siempre va corriendo" o "no sé cómo lo haces", son las frases que habitualmente Kate, madre de familia y con un alto cargo en el mundo financiero, tiene que oír a menudo. 

El relato, de la escritora Allison Pearson, empieza con Kate en la cocina a altas horas de la madrugada. Acaba de llegar de un viaje de negocios, al día siguiente tiene que estar en la oficina con su horario habitual pero también es el día de la fiesta escolar y todos los niños deben llevar algo de comida. Kate recuerda la frase de su madre sobre las madres que no se esfuerzan lo suficiente, y siente la presión de estas palabras como un fuerte peso que la oprime. No va a dejar que sus hijos lleven al colegio comida comprada, de manera que está preparando algo para ser como las otras madres, las que se quedan en casa, preparan pasteles, van a buscar a sus hijos al colegio y que despiden a su marido en la puerta con un beso y un deseo de un feliz día. 

Por supuesto Kate no puede hacer todo eso, su puesto de alta responsabilidad se lo impide hasta el punto que su matrimonio peligrará. 

La novela tiene momentos cómicos, como la escena en la cual Kate, de paseo por el campo con su familia, está intentando hablar con su mejor cliente -que la ha llamado al móvil en día festivo- mientras ella intenta alejarse de una vaca que la persigue para lamerle el impermeable. 

Otros momentos, en cambio, de una penetrante y dulce tristeza como las que acontecen con la muerte de la esposa de un compañero de trabajo. Kate lee las detalladas instrucciones que la esposa, enferma de cáncer, ha dejado a su marido para que él pueda proseguir la vida con sus hijos con la mayor normalidad posible. 

La mujer y su doble carga de trabajo, profesional en casa y profesional fuera de ella, taxis al aeropuerto, compañeros de trabajo machistas y groseros, jóvenes becarios que quieren un puesto en ese competitivo mundo, emails que van y vienen y alguno que se equivoca de camino, horarios inflexibles que lo hacen todo más difícil. 

En suma, un relato sobre el llamado techo de cristal, y de si realmente vale la pena mantenerse allí. 


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