
Maria Castillo
Esta mañana dando mi paseo diario por Facebook, me he encontrado con una publicación en la que aparecen cuatro instantáneas pertenecientes a diferentes etapas de la eurodiputada italiana Licia Ronzulli y su bebé Vittoria.
Entre las fotos hay una distancia de 3 años.
La primera de ellas dio la vuelta al mundo, “Una Parlamentaria Europea acude a
la sesión plenaria con su bebé de poco más de un mes”.
En la última foto, tres años
después se puede ver lo mucho que ha crecido la pequeña Vittoria y cuanto ha
evolucionado en este tiempo.
No se puede decir lo mismo de la
legislación que ha de conciliar vida familiar y laboral. Sigue totalmente
estancada y sigue perjudicando particularmente a las mujeres y especialmente a los
niños.
Mientras que la OMS recomienda
alimentar a los bebés, exclusivamente con leche materna, durante los 6 primeros
meses de vida y continuar complementándola con otros alimentos al menos hasta
los 2 años, el resto de instituciones mira hacia otro lado.
Es evidente que no se tienen en
cuenta las necesidades, no solo alimenticias, si no también afectivas, emocionales y de desarollo de un
bebé. Los datos sobre los permisos por maternidad/paternidad son lamentables en
la mayoría de países europeos, siendo los países nórdicos (¡cómo no!) los que
tienen más en cuenta la importancia de dedicación hacia nuestros bebés en sus
primeros meses de vida.
Y no solo es complicado durante
los primeros meses de vida… ¡es complicado durante años!. Te has de enfrentar a
estresantes situaciones como la de darte cuenta de que tu hijo/a, que ya está
en primaria, tiene fiebre justo en el momento en el que estás a punto de salir
hacia el colegio y tu trabajo. Con lo que te ves a ti misma llamando
desesperada a abuelos, canguro o algún voluntario disponible, al tiempo que
telefoneas a tu jefe y tratas de explicarle que llegarás tarde. Evidentemente
en lugar de comprensión has de escuchar como es de inoportuno tu retraso, con
la reunión tan importante que tenía a primera hora y a todo esto tu hijo/a
lloriquea pidiéndote que te quedes con él, que no te vayas y que le cojas en
brazos que está malito.
¡Total! Que finalmente llegas a
tu puesto de trabajo, tarde, estresada y hasta con ganas de llorar, sintiendo
que has fallado como madre, como trabajadora e incluso como hija por abusar
tanto de unos abuelos convertidos en canguros forzosos.
Al final, solo te queda la esperanza de que no pasen demasiados años antes de que consigamos encontrar la fórmula que nos permita cumplir con tu trabajo y con tu familia. Para muchas mujeres como yo, ya será demasiado tarde, pero...¡quien sabe!, quizás nos libremos de convertirnos en canguros forzosos...
Creo que con la actual crisis este tema va a peor, pues como trabajadora tienes ese miedo a perder el empleo y a demás hay muchas empresas (como donde yo trabajo) que sólo aceptan una conciliación llegando a los tribunales.
ResponderEliminarVamos hacia atrás como los cangrejos.Una desgracia.